¡Ya es navidad! ¿Sabes por qué y para qué la celebras?
¡Ya es navidad! Y no sólo en los grandes almacenes. Ya llega esta festividad, conocida como pascua, que es el período de tiempo que comprende desde el día de Navidad hasta el día de Reyes. Y, como cada año, hacemos balance y examen de conciencia, como si se activase dentro de nosotros un resorte que nos obligase a ello.
En esta entrada no voy a darte información sobre la historia de la navidad ni nada parecido. No voy a hablar del supuesto origen pagano de estas fiestas, que tanto molesta a los más devotos. Creo que no es necesario abrir ese melón aquí porque hay mucha información al respecto por todas partes.
Sólo voy a plantearte una serie de cuestiones para que reflexiones, si te apetece, sobre el por qué y el para qué celebras tú la navidad (si es que lo haces).
¡Qué bonita la navidad! Pero ¿y el resto del año?
Es bastante común estos días que, si vemos a alguien que lo está pasando mal, nos posea eso que llaman espíritu navideño.
Se nos remueven las entrañas y nos entra la necesidad urgente de hacer algo bueno por alguien, achacando este impulso a una falsa empatía, que nos provoca una ligera compasión por quienes están peor que nosotros.
Pero ¿por qué y para qué lo hacemos? ¿Para limpiar nuestra conciencia, o simplemente por puro ego? ¿Lo hacemos para cubrir el cupo anual de buenas acciones y sentirnos mejores personas por unos días?
Luego está el asuntillo ese de gastar dinero a cascoporro en fiestas y regalos, como si nos fuera la vida en ello, o como si fuésemos menos amables y peores personas si no seguimos la corriente.
Me vas a perdonar, pero a mí, esto de las fiestas navideñas y toda su parafernalia me parece uno de los montajes más descarados e hipócritas que ha sido capaz de inventar el ser humano.
Aunque, en principio, se trate de una fiesta religiosa, lo que actualmente se celebra es una exaltación del borreguismo y el consumismo.
Por supuesto, respeto a todo el mundo. No pretendo juzgar a nadie ni por sus creencias ni por sus tradiciones; que cada cual piense y crea lo que quiera y que cada palo aguante su vela, faltaría más. Sólo quiero hacer una simple reflexión.
¿Es que acaso necesitamos que llegue diciembre con el típico anuncio de refrescos, el de la lotería, o el del turrón, para despertar un poco nuestra conciencia y resaltar nuestra vena humanitaria?
El espíritu de la navidad
Humanitario… Bonita palabra. Como generosidad, altruismo, solidaridad y todo lo que relacionamos con el llamado espíritu de la navidad, ¿verdad que sí? Pero ¿qué es esto? ¿Es qué hace falta tener un momento “aha” en una fecha concreta del año para ser buena gente?
¿Es necesario tener más o menos dinero? ¿Es obligatorio hacerse publicidad? ¿Tenemos que pregonar lo que supuestamente hacemos por los demás?
¿Hace falta afiliarse a alguna ONG o irse a un país subdesarrollado a solucionarles la vida? ¿No hay personas que necesitan apoyo justo aquí, al lado de nuestra propia casa?
¿Será que nos interesa más satisfacer nuestra necesidad de autobombo y de creernos imprescindibles que comprender y transmitir el verdadero significado de todo esto? ¿Será todo esto solo un puto circo?
Sinceramente, cuanto más alardea alguien de ayudar más ignorante y arrogante me parece, sea un individuo o una organización. Cuanto más presume alguien de altruista, generoso o humanitario más desconfianza me inspira. Aunque, quizá, yo sea un ignorante desconfiado.
Pero ¿qué me estás contando?
Algunos pensarán: “Pero ¿qué me estás contando? ¿Qué dices, listillo? Si yo en navidad lo único que quiero es celebrar las fiestas tranquilamente y reunirme con la familia. Eso sí; el resto del año que le den a la familia por donde amargan los pepinos, que yo vivo muy tranquilo a mi bola”.
Si así es como gestionas tus relaciones con tu familia y todos lo aceptáis libremente, me parece bien. No seré yo quien le diga a nadie como tiene que relacionarse con sus parientes. No obstante, tampoco seré yo quien se preste a ese paripé.
Creo que cuando amas a alguien se lo puedes demostrar a diario, sin importar la fecha ni, mucho menos, las campañas de marketing de turno (hablo de amar, no de querer, sentir apego, tolerar, o necesitar).
Para eso no hace falta gastarse el sueldo y la paga extra en chorradas, para aparentar, ni montar una fiesta alrededor de supersticiones o creencias de ningún tipo, en fechas puntuales.
¡No pasa nada! Todo está bien
Sin embargo, vivimos en Matrix, en la comarca de Yupilandia, estamos en fiestas y hay que celebrar por todo lo alto ¡como está mandado!
Gastemos dinero comprando chorradas que no necesitamos para impresionar a personas a las que no importamos y para hacer regalos estúpidos a otras personas que tampoco nos importan demasiado y que probablemente no lo van a valorar. Compromiso social de palo.
¡No pasa nada! Emborrachémonos de buenas intenciones con fecha de caducidad, que no llevan a ninguna parte porque no se van a cumplir. Pongámonos hasta el ojal de “tontez con idiotez”. Para todo eso son los tópicos que tanto se repiten estos días. Sigamos el juego. Seamos los borregos perfectos.
Luego, en enero, cuando volvamos a la realidad a la que estamos acostumbrados, ya nos quejaremos de lo primero que se nos ocurra. Por ejemplo, de lo peladas que se nos han quedado la cuenta y la cartera después de las fiestas. O del gobierno, que siempre tiene la culpa de todas nuestras desgracias y seguro que nos ha preparado un nuevo y maquiavélico plan para crujirnos y putearnos de alguna manera el año que empieza. ¡Pobres de nosotros!
Pero; antes de todo eso, deja que te pregunte algo:
¿Por qué y para qué celebras tú la navidad?
Para desarrollar este punto te voy a plantear tres hipótesis, por si te ves reflejado en alguna de ellas. Tómatelo con calma y deportividad.
¿Lo haces por tus creencias religiosas?
Si lo que celebras es el nacimiento de Jesús, el maestro, no tengo nada que objetar. Excepto que, quizá, deberías empezar a reconsiderar la fecha, pues no está nada claro cuando se produjo dicho nacimiento.
Hay investigaciones que apuntan hacia fechas más cercanas al verano o la primavera, y no del año cero precisamente, sino de unos cuantos años antes del principio oficial de la era cristiana. Como mínimo curioso, ¿verdad? Puedes consultar los trabajos del periodista/investigador J.J. Benítez o el teólogo/historiador Geza Vermes (entre otros).
Por otro lado, confío en que seas coherente y practiques tu fe todo el año y no sólo de higos a brevas (navidad, semana santa y poco más) según te convenga, como hacen la inmensa mayoría de los «devotos creyentes».
También podrías darle un repaso al mensaje de la persona cuyo nacimiento celebras: El amor incondicional hacia todo ser. ¿Practicas siempre esta virtud? De no hacerlo así, siento decirte que lo tuyo no sería fe verdadera. Aunque, en realidad, no tengo muy claro qué tiene que ver el mensaje del maestro Jesús con la doctrina de la iglesia. No me cuadra.
¿Lo haces porque en estas fechas te pones un poco moñas?
Si, religión aparte, eres de los que cuando llega la navidad se ponen un poco más moñas de lo normal, les sale la vena idealista y se les llena la boca hablando de “paz y amor”, te digo lo mismo que he dicho a los del caso anterior. Pero, tranquilo, te creo. ¡De verdad! Nada que objetar.
Confío en que defiendas esos ideales y esos valores tan nobles los 365 días del año, vayas donde vayas y estés con quien estés. Recuerda que, si no quieres parecer un hipócrita más, debes pregonar con el ejemplo.
Para crear tu marca personal como defensor de estos valores, un par de semanas al año no te van a servir de mucho. Debes ser constante y demostrar que esos valores son lo que realmente llevas dentro de ti. Transmítelos y defiéndelos ante quien sea, sin importar fechas ni tradiciones, o nadie te tomará en serio. No te límites a hacer lo mismo que hacen otros para justificarse durante unos pocos días.
¿No sabes por qué lo haces?
Por último, si la navidad ni te va ni te viene y sólo la celebras por seguirle el rollo a la mayoría, porque te dejas llevar por las luces de colores y el consumismo, porque es lo que oficialmente toca hacer en diciembre o porque es lo que te inculcaron de pequeño, pero no lo tienes muy claro, recuerda que, cuando tú quieras, puedes empezar a ser tú mismo.
Puedes empezar a ser coherente con tus auténticos valores y cuestionar qué es lo que realmente quieres hacer y para qué quieres hacerlo.
No obstante, si después de todo encuentras razones poderosas para seguir celebrando esta fiesta, adelante. ¡Relájate y disfruta! Te lo mereces.
¡Felices fiestas!
Para que no pienses que odio la navidad y me tomes por una especie de Mr. Scrooge, quiero desearte sinceramente que tengas unas felices fiestas y que las pases en la mejor compañía posible, ya sea acompañado de tus seres amados o, si lo prefieres, acompañándote a ti mismo en armoniosa soledad (como más te apetezca y te guste).
No te equivoques conmigo; para mí estas fechas no tienen nada de especial, ni bueno ni malo. Ni las celebro por todo lo alto ni las detesto.
Lo cierto es que me resulta agradable y divertido ver la cara de felicidad que lucen algunas personas en navidad por vete tú a saber qué motivos. Esa ilusión y esa felicidad se transmiten y se contagian, independientemente de cuál sea la causa que las provoca.
Indiscutiblemente, también es cierto que hay otras muchas personas que sienten y transmiten todo lo contrario, pero prefiero quedarme con las primeras. No por creencias ni por convencionalismos sociales sino por pura gestión emocional.
Conclusión y mensaje
Nos vendría muy bien a todos, como individuos y como colectivo, reflexionar un poco sobre estos valores que se exponen a todas horas y por todas partes en estas fechas.
En lugar de utilizarlos como estrategia de marketing para incentivar las compras compulsivas, o para enviar mensajes manipulados a los más vulnerables, podríamos darles la importancia que realmente tienen y tratar de mantenernos alineados con ellos más allá del seis de enero. Sin mentiras, sin parafernalias, sin hipocresía, sin circos, sin teatros, sin chorradas…
Por supuesto, todos somos libres de vivir según nuestro propio criterio y de celebrar cada uno a su manera, o no, estas y todas las fiestas que se tercien. Como siempre; que cada cual haga de su capa un sayo y con su vida lo que le parezca, sin molestar a nadie.
Confío mucho en ti, amigo mío, y sé que sabrás encajar mi mensaje con deportividad. Ya sabes que yo no doy consejos a nadie ni digo lo que se debe hacer o no; sólo escribo para que quien quiera entender entienda.

Autor
Soy Alberto Corbas, coach no directivo y entusiasta del acondicionamiento físico. Me encantaría que setuelcambio te sirviera de algún modo y acompañarte a alcanzar tus objetivos personales y/o de fitness.
¿Listo para hacer un cambio?
Suscríbete
Podrás mantenerte al día de nuevas publicaciones y actualizaciones. Aprovecha setuelcambio para tu crecimiento personal.

Comentarios
Si quieres comentar o preguntar algo, con relación al post, aquí puedes hacerlo. Recuerda aceptar la política de privacidad y las condiciones de uso de la sección y, por favor, sé constructivo. Gracias por tu aportación.
Jo cuanta razon tienes! Unas reflexiones estupendas.
Hola, Toni:
Gracias por pasarte y comentar. La verdad, no pretendo tener razón, solo son reflexiones… Un cordial saludo, sea la época del año que sea.