Tres reglas básicas para el diálogo y para mantener una buena relación
A la hora de establecer un diálogo o mantener una relación, a veces es necesario tomar una serie de medidas que, aunque puedan parecer un poco drásticas, nos pueden ayudar a proteger nuestra paz interior y nuestra salud mental y emocional.
¿Cuántas veces te has visto en medio de una discusión o una bronca absurda y sin sentido, sin desearlo? ¿En cuántas ocasiones has intentado mantener una conversación coherente y has terminado participando en un diálogo de besugos? ¿Cuántos “amigos” tienes a los que les resulta “demasiado fácil” y les encanta contarte los trapos sucios de otras personas? ¿Y, cuántas de las personas que te rodean suelen ponerte la cabeza como un bombo con sus historias, sin dejarte meter baza? ¿Te gustaría librarte de ellas, pero no sabes cómo hacerlo? Tranquilo, todo esto es bastante común y tú, si quieres, puedes evitarlo.
Mis tres reglas innegociables para iniciar un diálogo y mantener una relación
Si te ves involucrado en ese tipo de situaciones con más frecuencia de la que desearías, tienes algo que arreglar. Esto ocurre cuando no eres coherente contigo mismo y das preferencia a las demandas de los demás antes que a las tuyas propias, solo para no molestar, no ofender o no decepcionar a otros. Pero, de esta manera te estás agrediendo a ti mismo. Aunque tu consciente se haga el tonto y mire hacia otro lado, tu inconsciente lo registra y guarda todo en su memoria y tarde o temprano te pasará factura.
Para ayudarte a solucionar este problema, te voy a mostrar cómo puedes entablar conversaciones que sean edificantes y constructivas y no pesadillas de las que desees despertar lo antes posible. Solo tienes que ser coherente y no dejarte involucrar por personas que te puedan liar y llevarte a su terreno, en donde estarías perdido otra vez. Te voy a mostrar mis tres reglas básicas para establecer un diálogo y, si procede, una relación.
Pero, antes quiero aclarar por qué las llamo “mis reglas”. No es porque las haya inventado yo ni porque sean de mi exclusividad, en absoluto. Es solo porque las he integrado en mi vida de tal modo que ya no hay vuelta atrás, nada más. Son reglas muy simples y fáciles de entender y las comparto para que quien quiera las adopte igual que hice yo.
«Si queremos poner orden en nuestras vidas, debemos cambiar nuestra forma de pensar y de vivir. Ambas opciones deben ir juntas, porque si no es así tendremos un problema y ese problema es la falta de coherencia» (Enric Corbera).

Mis tres reglas innegociables.
Regla 1: Es «condición sine qua non» la ausencia de fanatismos de cualquier tipo
Los fanáticos, radicales e intolerantes, del tipo que sea, son insoportables. Sólo saben hablar de un tema en concreto y creen estar siempre en posesión de la verdad absoluta, menospreciando y denostando a todo el que opine, sienta o piense diferente a ellos. No escuchan ningún argumento diferente a sus creencias y defienden sus ideas a muerte, sea como sea, aunque estén equivocadas o sean auténticos disparates. Intentar razonar con estos individuos no solo es agotador y frustrante, es inútil.
«Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable” (Voltaire).
Cuando tienen argumentos para defender su postura los vomitan sin orden ni sentido, como un loro que aprendió a decir cuatro palabras y las repite continuamente. Te los arrojan a la cara con desprecio, arrogancia, prepotencia y odio. Por otro lado, cuando no los tienen o son rebatidos, como no pueden defender su causa con un mínimo de cordura, no dudan en pasar a la agresión por indefensión. Se sienten acorralados y necesitan escapar como sea, huyendo hacia adelante y arrasando con todo lo que pillen por el medio. Si es necesario mueren matando, metafórica y literalmente.
Pueden ir desde la agresión verbal más sutil, mediante la burla o el sarcasmo, hasta la agresión física más brutal, pasando por la descalificación, los insultos, las amenazas, etc. Si piensas que estoy exagerando solo tienes que echar un vistazo a la historia. Pronto te darás cuenta de quienes han sido los mayores asesinos e instigadores y cuál ha sido y sigue siendo el motivo que alimenta todos los conflictos y las guerras. Los fanáticos y su fanatismo.
Por eso no hablo de ciertos temas y procuro evitar a quienes son aficionados a ellos. Algunos temas dan pie a este tipo de comportamientos y son los preferidos de estas personas tan susceptibles. Me cansan, me aburren y no me hacen ninguna gracia.
«El fanatismo aparece donde un genio se rodea con un manojo entero de idiotas» (Paul Carvel).

“La primera condición de toda comunicación es el respeto”.
Regla 2: Es imperativo mantener una actitud cortés, amable y educada
Como consecuencia y en contraposición a lo que he explicado en el punto anterior, ha de mantenerse una actitud positiva y constructiva, con educación y respeto. Es fundamental ser considerado con la persona que tienes delante (presencial o virtualmente). La conversación debe ser fluida y bidireccional, sino sería un cruce de monólogos, y para eso debe haber escucha activa, asertividad y un mínimo de empatía para que pueda producirse el feedback deseado. Todo lo demás no es diálogo.
Puede ser que las cosas empiecen bien y según avanza la conversación, o la relación, se empiecen a perder las formas. En ese caso, no importa el punto al que se haya llegado, se acabó. Una vez que se pierde el respeto ya no hay vuelta atrás. Es como un castillo de arena, si se cae hay que empezar otro nuevo desde cero porque el que se ha caído ya no es más que un montón de barro.
Es muy desagradable y frustrante tratar de mantener una conversación (mucho más una relación) con alguien que no escucha. Hablo de personas que no mantienen la atención y no dejan hablar a los demás, porque les encanta oírse a sí mismas. O quienes se comportan con una actitud pueril, haciendo el canelo y expresándose con incoherencia. Personas que se muestran distantes, actuando con arrogancia y soberbia. O personas que se pasan la conversación distraídas, mirando el móvil, como si su interlocutor no existiera. Todo esto son solo unos ejemplos, pero la mala educación se puede vestir y mostrar de otras muchas formas.
No es necesario caerse bien, ni hacerse amigo de alguien, para poder mantener una conversación cordial. Solo hace falta tener buenos modales.
«Los buenos modales tienen mucho que ver con las emociones. Para hacerlos sonar verdad, hay que sentirlos, no sólo exhibirlos» (Amy Vanderbilt).

Debe haber escucha activa, asertividad y un mínimo de empatía para que se produzca el feedback deseado.
Regla 3: No hablar de lo que no se tenga conocimiento
Es una cuestión de lógica, aunque muchos se la pasen por el forro. Si no dispongo de datos e información suficiente sobre un tema, no me puedo formar una opinión acerca de él. Si esa información no está contrastada no puedo defender o rebatir ningún argumento al respecto con un mínimo de elocuencia. Todos podemos escuchar y aprender, pero no opinar a la ligera.
Es preferible callar y parecer un ignorante antes que abrir la boca para hablar de lo que no se sabe y confirmar que eres un necio. Personalmente, no necesito aparentar lo que no soy ni necesito la aprobación de nadie. Sé lo que sé, y no tengo la necesidad de fingir que sé lo que no sé. Igual que defiendo mis conocimientos acepto mi ignorancia.
La ignorancia tiene fácil remedio, solo hay que informarse y ponerse al día de aquello que pretendes saber. Pero la estupidez no tiene cura, es crónica y degenerativa y quien la padece, cada día está peor. Un gilipollas será gilipollas hasta que se muera. Mientras tanto, que lo aguante su mamá.
Huelga decir que, del mismo modo que no deberías hablar de lo que no conoces, porque es una incongruencia y una temeridad, tampoco deberías escuchar a la gente que sí lo hace sin el menor escrúpulo ni recato. Intenta evitar a las personas que solo hablan por hablar, en cuanto las huelas. Te aseguro que se huelen desde lejos, porque apestan.
«La manía de hablar siempre y sobre toda clase de asuntos es una prueba de ignorancia y mala educación. Es uno de los grandes azotes del trato humano» (Epicuro).
Conclusión
En general, cualquier intento de diálogo o tipo de conversación, discusión o relación que no cumpla con estas tres reglas no interesa. Como tampoco interesan las personas que no son capaces de entender y respetar algo tan simple.
Es posible que alguien piense: “Si te pones tan tiquismiquis, al final te vas a quedar sólo porque no se va a poder hablar contigo de nada”. Pero, quien piense así, probablemente no solo se equivoca en cuanto a la posibilidad de que alguien con estos valores pueda quedarse sólo (siempre acabará encontrando otras personas afines con quienes podrá desarrollar relaciones más gratificantes y satisfactorias), sino que, por eliminación, está dejando en evidencia cuál es su naturaleza.
Las personas que te cuestionen por hacer valer estos principios y te digan que no se puede hablar contigo, en realidad te están diciendo que son ellas las que no están dispuestas a aceptar tus reglas. Ergo, te están dejando claro que ellas sí tienen prejuicios. Es muy posible que no sean capaces de mantener los buenos modales y la educación en una discusión y sean de esas personas que suelen opinar sobre cualquier tema, sin conocimiento de causa. Probablemente se trate de personas que hablan mucho y no dicen nada, no respetan opiniones diferentes a las suyas, tienen un distorsionado concepto de la autoestima y albergan a un potencial hooligan en su interior.
A ver si nos entendemos
Con esto no estoy diciendo que todos tengamos que estar de acuerdo en todo, eso sería muy aburrido. Solo digo que quienes quieran acercarse a ti, ya sea solo un rato o toda la vida, tienen que aceptarte como eres y aceptar tu criterio a la hora de relacionarte, les guste o no, siempre que no afecte negativamente a nadie más. Eso es respeto.
¿Puedes imaginarte como serían las cosas si todos respetásemos a los demás? ¿Te imaginas que todo el mundo, sin excepción, respetase a todo el mundo? Para eso, primero, cada cual tiene que demostrar que se respeta a sí mismo. ¿Cómo? Aprendiendo a conocerse bien y siendo coherente.
«No puedo concebir una mayor pérdida que la pérdida del respeto hacia uno mismo» (Gandhi).
Ahora, como siempre, que cada cual haga de su capa un sayo y con su vida lo que le parezca, sin molestar. Recuerda que yo no pretendo tener la razón, no doy consejos a nadie y no digo lo que se debe hacer o no. Solo escribo para que quien quiera entender entienda.

Autor
Soy Alberto Corbas, coach no directivo y entusiasta del acondicionamiento físico. Me encantaría que setuelcambio te sirviera de algún modo y acompañarte a alcanzar tus objetivos personales y/o de fitness.
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