Quien algo quiere algo le cuesta ¿Qué precio estás dispuesto a pagar?
Mucha gente cree que todo lo que tiene valor en la vida cuesta mucho esfuerzo y sufrimiento y que tenemos que sacrificarnos y hacer cosas que no nos gustan y no queremos para conseguir lo que deseamos. Por ende, esas mismas personas, creen que cuando algo se consigue sin sufrimiento, entonces, o no vale nada o hay gato encerrado.
Y para quienes piensan y sienten así, así ha sido, es y será siempre. Mientras alguien tenga esa forma de pensar y esa creencia así es como conseguirá sus metas y sus logros: a base de sufrimiento y sacrificio.
Pero ¿Y si el precio a pagar fuese distinto al que siempre nos han dicho?

Quien algo quiere, ya se sabe.
«El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». -Siddhartha Gautama, Buda-.
Quien entienda este principio puede concluir que, del mismo modo, el trabajo o el esfuerzo también son inevitables, o más bien necesarios, si queremos conseguir un resultado concreto que deseamos, mientras que el sacrificio es siempre una elección personal. No es lo mismo renunciar voluntariamente a algo a cambio de un bien mayor que sacrificarse o sacrificar algo o a alguien.
El dolor, el trabajo o el esfuerzo son inherentes al ser humano, mientras que el sufrimiento o el sacrificio auto impuestos son trampas del ego.
Los retos nos ayudan a superarnos, desarrollar nuestro potencial y crecer como individuos y como colectivo. No obstante, esto solo ocurre si dichos retos son, además de exigentes, realistas y alcanzables. Cuando la dificultad del desafío sobrepasa a nuestro potencial el efecto que causa es todo lo contrario a lo deseable. El desgaste físico y psicológico que provocan el sobre esfuerzo, el sufrimiento y el sacrificio pueden ser devastadores. Por eso hay que saber distinguir dónde está la línea que separa el esfuerzo productivo del sacrificio inútil.
¿Qué pasa con el esfuerzo y la dedicación?
La afirmación «para conseguir algo realmente bueno y admirable son necesarios esfuerzo y dedicación” es relativamente cierta, pero, lo cierto es que no siempre es así. Por lo tanto, se trata de una generalización, un tipo de falacia con la que se pretende obtener una conclusión general a partir de una prueba insuficiente (que funcione con ciertas personas en determinadas situaciones, circunstancias y/o momentos concretos no significa que funcione siempre con todo el mundo, en cualquier situación y circunstancia). Aunque también podría encajar con otros tipos de falacias lógicas.
Así pues, se trata de una afirmación que no se puede demostrar con ningún rigor científico ni aplicar de forma general. En consecuencia, no se debe tomar como una verdad irrefutable, sencillamente, porque no lo es.
Lo único realmente necesario para alcanzar un objetivo es que este sea coherente y establecer después un plan inteligente con el que poder trabajar. La acción viene luego, en la medida justa y necesaria. Pero, el esfuerzo y la dedicación no sirven de nada y no te llevan a donde quieres llegar si la brújula no funciona correctamente o el mapa está equivocado.
Y, no te engañes, seguirá sin servirte por mucho que te esfuerces, sufras y te sacrifiques. Al contrario, si no eres coherente, cuanto más te sacrifiques y sufras más te alejarás de tu objetivo y más oportunidades encontrarás para seguir haciéndolo. Por lo tanto, a no ser que seas masoquista o que tu propósito en la vida sea sufrir, tomar ese camino no es una elección muy inteligente.
El esfuerzo y la dedicación solo son útiles, te ayudan a ser más eficiente y te sirven para llegar a tu meta cuando ajustas correctamente tus herramientas y caminas bien orientado.
El orgullo es una manifestación del ego
Por otro lado, nunca he dicho que a base de esfuerzo y sacrificio no se pueda conseguir nada. Por supuesto que sí. A base de echarle coraje y currar como un campeón también se alcanzan objetivos, aunque te dejes la vida en ello. Pero ¿es realmente satisfactorio? ¿De verdad es lo que uno quiere?
En este grupo podemos encontrar, entre otros, a los que, orgullosos, consiguen algunos de sus objetivos, no sé si coherentes o no, a base de esforzarse de un modo extraordinario y sacrificarse a sí mismos y a todo lo que pillen por delante. Son aquellas personas que creen ciegamente en la famosa frase bíblica “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, como si no hubiese otras formas, y piensan que hay que conseguirlo todo por cojones. Consideran que eso es lo normal, lo natural y lo más digno y tratan de inculcar esa idea a todo el mundo, mirando por encima del hombro con arrogante desprecio a quienes ellos consideren que no se esfuerzan lo suficiente.
Esto es algo muy frecuente y es posible que se considere normal, porque puede ser la norma más generalizada. Pero en absoluto es natural, ni mucho menos lo más digno. No hay nada natural ni le encuentro la dignidad por ninguna parte a ir patinando sobre hielo cuesta arriba y sufrir gratuitamente para conseguir algo, sea lo que sea, mientras criticas a todo aquel que no cumpla con tus expectativas. Todo esto es, de nuevo, puro ego.
“El ego se vale del cuerpo para atacar, para obtener placer y para vanagloriarse”. –UCDM–
¿Merece la pena lo que ha de conseguirse con sufrimiento y sacrificio?
Estoy de acuerdo en que aquello que deseas valga el tiempo, el trabajo, el esfuerzo o la dedicación que estés dispuesto a invertir, pero ¿la pena? En mi opinión, NADA merece ninguna pena. En sí misma esta idea es contradictoria y aberrante, porque si estás dispuesto a sacrificarte por alguien o algo, en buena lógica, debería ser alguien o algo que te inspire amor. En ese caso, lo que haces es un acto de amor y no un sacrificio, que no tiene nada que ver con el amor. Por otro lado, si alguien o algo te pide o te exige un sacrificio no te está inspirando ni transmitiendo mucho amor ¿verdad?
Nada merece que tengas que pasar pena y quien te diga lo contrario no te hace ningún favor, como tampoco te lo haces tú mismo si le crees. Quien algo quiere algo le cuesta. Sí, pero con matices.
Lo realmente valioso es aquello que se da y se obtiene de forma natural, de la misma manera que la tierra da sus frutos. No obstante, recuerda que sólo puedes cosechar aquello que hayas sembrado. Muchas personas viven pidiendo peras al olmo y se quejan continuamente preguntándose por qué no consiguen sus metas o por qué les cuesta tanto esfuerzo y sacrificio alcanzarlas.
Insisto, si basas tu vida en el sobre esfuerzo, la competencia, el sufrimiento, el sacrificio y te dedicas a sembrar esa idea, eso es lo que vas a obtener siempre. La vida te devolverá más situaciones en las que tengas que sufrir y sacrificarte.
Tus creencias y pensamientos crean tu realidad, no por arte de magia sino porque condicionan y dan forma a tu carácter, tu manera de actuar, tus hábitos y tu estilo de vida. En consecuencia ¿cómo crees que serán tus resultados?

El castigo de Sísifo.
¿Venimos al mundo para sufrir?
Una creencia no es más cierta porque la crean más personas ni más falsa porque la crean menos. Pero, el hecho es que las creencias que tengamos marcan nuestra vida, para bien o para mal. Al final, una creencia es un patrón de pensamiento, una idea que alguien plantó en tu cabeza y que condiciona tu comportamiento porque tú te la repites continuamente. La buena noticia es que, por muy arraigadas que estén, las creencias se pueden cambiar. De todas las actitudes del ser humano hay pocas que sean más absurdas e inútiles que apegarse a una creencia que bloquea nuestro potencial e impide nuestro desarrollo.
Por ejemplo, es absurdo creer que algo, sea lo que sea, merece la pena. Esto lleva implícito un sufrimiento. ¿Cuánto te crees que para merecer algo estés obligado a sufrir? ¿Hasta qué punto crees que para ser digno de algo tienes que convertirte en un mártir y sacrificarte? Pero ¿de qué mente enferma salió esa idea? ¿De verdad deseas algo que pueda hacerte sufrir? ¿Crees que lo necesitas?
Una cosa es hacerse digno merecedor de algo y otra muy diferente es sacrificarse y convertirse en esclavo para tratar de conseguirlo. Todo ese sufrimiento y dolor son innecesarios ¡no venimos a este mundo para sufrir! No hace falta castigarse, como Sísifo, sacrificándose y sufriendo inútilmente de sol a sol.
La manera de conseguir lo que realmente deseas, sin sufrimiento y de una forma natural, es hacerse digno merecedor de ello, viviendo en coherencia. Ahora que nadie se confunda. No estoy hablando de la cultura del porque yo lo valgo ni de conformarse con cualquier cosa y obtener resultados mediocres en lo que hagas. Estoy hablando de llegar a la excelencia tomando conciencia de nuestros valores, creencias y propósito, para actuar en consecuencia.
Hazte digno de lo que deseas
¿Cómo hacerse digno? Parece más complicado de lo que es (pensar que es difícil es otra creencia limitante). La secuencia lógica es empezar por aceptarse a uno mismo y a eso que llamamos “nuestro propósito de vida” que, en realidad, no es más que un objetivo, por muy trascendental que parezca. Una vida con propósito es una vida con un objetivo claro y coherente. Y para alcanzar este tipo de objetivos, sean del calibre que sean, no es necesario ningún sacrificio.
Es necesario conocerse bien a uno mismo, solo así se puede identificar dicho propósito, y esto requiere de un importante trabajo de desarrollo personal. Para ello necesitas un fuerte deseo, voluntad, humildad, disciplina y perseverancia. Por otra parte, se trata de algo más complejo que un simple trabajo físico que cualquiera podría realizar unas horas cada día. Es un trabajo mental y emocional que implica dedicación completa. Solo quienes no están dispuestos a trabajar en su interior ven todo esto como una milonga.
Una vez tengas claro cuál es tu propósito, el siguiente paso es diseñar un plan de acción inteligente a corto, medio y largo plazo. Pero eso es otra historia.
Por cierto, tu propósito no tiene por qué ser inamovible ni tiene por qué ser un único propósito para toda tu vida. Puedes tener varios. ¿Imaginas el vacío existencial y la carencia de sentido una vez cumplido tu propósito si no pudieses establecer otra meta? ¿Imaginas el conflicto interno que supondría si un día cambiasen tus valores y no pudieses cambiar tu propósito en coherencia? El concepto de “propósito de vida”, como algo inalterable, constante y trascendental que llega por inspiración divina, es un tópico y, también, otra creencia limitante.
Olvídate de tópicos
Hablando de tópicos, como el que nos ocupa de que “quien algo quiere algo le cuesta”, no caigamos en la trampa de pensar que, aunque hagas algo que te guste también tendrás que sacrificarte si quieres alcanzar tus metas. Llámame ingenuo, pero no me trago ese sapo. Apuesto a que quienes dicen eso no están viviendo realmente su propósito, se enfocan en objetivos que no están alineados con sus verdaderos valores o se siguen aferrando a viejas creencias.
Es posible que el miedo a fracasar o a no alcanzar lo que quieren, el orgullo, la competitividad o, tal vez, la ambición mal entendida, los lleven a seguir creándose expectativas desproporcionadas y apegarse a falsos objetivos o resultados poco realistas para ellos. De esta manera sienten la necesidad de competir, luchar y sacrificarse, desvirtuando y prostituyendo aquello a lo que dedican su vida y que supuestamente aman (profesión, relaciones, aficiones, etc.).
“No alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia”. –Howard Gardner–
Este es el precio que hay que pagar
Adquiere el compromiso de esforzarte lo necesario para ser lo mejor que puedas ser en lo que hagas y cumplir un propósito, ni más ni menos. Cúmplelo disfrutando y haz de ello tu modo de vida y tu cultura. Vive tu propósito sin convertirte en víctima, mártir, esclavo o rehén. Se libre de tomar decisiones y actúa en consecuencia asumiendo tu responsabilidad. Consigue conciliar tu profesión, tus aficiones, tus relaciones, etc con libertad, dignidad y naturalidad.
Cuando encuentras algo que de verdad te inspira, o te resuena, tienes un fuerte deseo de dedicarte a ello y eres capaz de vivir en coherencia, nada de lo que haces es un sacrificio. Eso es hacerte digno de tus deseos y ese es el precio que hay que pagar. Si no estás consiguiendo lo que deseas, a pesar de tus esfuerzos, sacrificios y sufrimientos, es posible que debas plantearte hacer cambios significativos en algún área de tu vida en lugar de seguir luchando como un campeón. Por eso, más que afirmar que quien algo quiere algo le cuesta yo diría que quien algo quiere algo tendrá que cambiar.
“No solo tendrás que trabajar seriamente en tu interior; además, te tomarán por loco o por idiota”.
Como siempre, insisto en que no pretendo tener razón en nada ni convencer a nadie, solo ofrezco una perspectiva diferente para que reflexiones, si quieres. Tómala o déjala con deportividad. Ahora que cada cual haga de su capa un sayo y con su vida lo que le parezca, sin molestar. Ya sabes que no doy consejos, solo escribo para que quien quiera entender entienda.

Autor
Soy Alberto Corbas, coach no directivo y entusiasta del acondicionamiento físico. Me encantaría que setuelcambio te sirviera de algún modo y acompañarte a alcanzar tus objetivos personales y/o de fitness.
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