¡EXCLUSIVA! Lo que nadie te ha contado sobre la empatía
Hoy quiero hablarte de la empatía desde una perspectiva que, quizá, nunca te hayas planteado. Sin ánimo de tener razón, creo que la mayoría de la gente confunde empatía con simpatía.
Por otro lado, creo que el concepto generalizado de empatía está sobrevalorado. Lo digo desde mi posición de coach pues, en coaching, al igual que en otras profesiones de acompañamiento a personas en sus procesos de crecimiento personal, la empatía es una cualidad necesaria para que dichos procesos transcurran satisfactoriamente.
Pero antes de empezar a desarrollar el tema, voy a hacerte un par de preguntas obligatorias. ¿Qué es para ti la empatía? ¿Qué entiendes tú por ser empático?
Tomate unos minutos para reflexionar tu respuesta antes de seguir leyendo y luego, ten en cuenta que lo que voy a exponer es mi opinión que, por estar bien argumentada, es tan respetable como cualquier otra que también lo esté. Después que cada cual saque sus propias conclusiones.

Conoce la verdadera empatía
El falso mito de la empatía
Dependiendo del enfoque, la empatía se puede interpretar de varias formas diferentes. La causa son las diversas creencias, hipótesis, teorías o especulaciones que hay en torno al tema. Parece que ni los expertos se ponen de acuerdo.
No obstante, existe una idea generalizada sobre esta cualidad que agrupa una serie de características que, supuestamente, toda persona empática debe poseer. Algunas de ellas son:
- Saber escuchar y medir las palabras antes de hablar.
- Saber cuándo hay que estar con una persona que lo necesita y cuando se la debe dejar sola.
- Ser indulgente con respecto a los defectos y debilidades de los demás.
También se dice que «a las personas empáticas les cuesta cortar los lazos con otras personas que resultan tóxicas en su vida, porque emocionalmente están conectados a ellas”. O que “a menudo se encuentran en situaciones complicadas en las que ejercen de abogado del diablo”.
Lo mejor de todo cuanto se suele creer sobre la empatía, es que “los demás no siempre están a la altura de las expectativas de una persona empática». Esto se justifica diciendo que cuando ellos, los supuestamente empáticos, necesitan de otros o esperan algo de los demás, no suelen recibirlo y esto les provoca una sensación de vacío y frustración.
Puede que todo esto suene bien, y estaría genial si no fuese por el tufillo melodramático y victimista que se percibe alrededor de tales afirmaciones. Pero, lo más lamentable es que muchas personas se tragan este cuento y se convencen de que así debe ser. ¿Tal vez, por no pararse a pensar un minuto? ¿Quizá, porque es más fácil y más «chachi» comprar la moto y sacarla a pasear?
Cómo definir la empatía
La definición más extendida de empatía es: «capacidad innata que poseen algunas personas para ponerse en el lugar del otro compartiendo y llegando a sentir su dolor o su alegría, sus preocupaciones o sus esperanzas». Pero, esta definición tan popular junto a lo que hemos visto anteriormente se acerca, más bien, a una especie de condescendencia insana hacia los demás.
Según lo explicado, habría que anteponer siempre las necesidades de los otros a las propias esperando recibir a cambio gratitud y reconocimiento. Una conducta enfermiza más típica de un mártir que de una persona emocionalmente madura e inteligente.
Es cierto que muchas personas reconocen sentirse identificadas con esta definición, pero eso no significa que sea correcta ni que esas personas comprendan el verdadero significado de esta palabra. El hecho de que una mentira sea aceptada por la mayoría no la convierte en verdad.
«Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada» (Mark Twain).
Para ser empático no hace falta encajar en ese perfil. Es más; con todo el respeto, creo que quienes encajen en él tienen un problema de autoestima y se me antojan personas manipuladoras con un trasfondo egoísta. Algo totalmente contrario a la verdadera empatía, que siempre se asocia al altruismo, la generosidad, el respeto y el AMOR.
Por no mencionar el hecho de que la empatía no necesariamente tiene que ser una cualidad innata, sino que es algo que se puede adquirir y desarrollar con entrenamiento, como veremos más adelante.
La empatía como inteligencia interpersonal
Si por empatía aceptamos sin rechistar lo que hemos visto hasta ahora, ya empezamos mal. A quienes dicen esto yo les digo: Señores, si saben contar no cuenten conmigo porque no me creo esa milonga ni harto de vino.
Una cosa es identificarse y compartir, hasta cierto punto, experiencias, sentimientos o emociones que nos ayuden a comprender mejor una situación o a otra persona. Pero, otra muy distinta es «convertirse en el otro», como afirman algunos, o «experimentar la vida desde su lugar» (da igual que lo tomemos literal o metafóricamente).
Eso es atribuirse las capacidades divinas de la omnipresencia, la omnisciencia y la omnipotencia, todas ellas en un solo pack, como un SER superior que está en todas partes (incluso en el pellejo de otras personas) y lo sabe todo porque todo lo puede. Ya sé que se trata de una metáfora que no hay que tomarse al pie de la letra, pero, todo esto me suena a película de ciencia ficción de serie B o a novela cutre de lagrimeo fácil.
Entiendo, comparto y me identifico mucho más con el concepto de empatía como inteligencia interpersonal. Es decir; “la capacidad de relacionarnos y percibir la experiencia subjetiva de otras personas, con el objeto de evocar sensaciones semejantes en nosotros mismos para comprenderlas, no solo intelectualmente sino desde una perspectiva global”.
De la inteligencia interpersonal a afirmar que uno es capaz de ponerse en la piel de otro tipo y sentir exactamente lo mismo, hay un abismo. Me parece un cuento más de los muchos que tiene el ego y una osadía, aunque quede muy bien y a alguien le sirva para ganarse la confianza de los más ingenuos.

No confundas empatía con simpatía.
Empatía o simpatía; esa es la cuestión
Cuando hablamos de empatía, me pregunto si no aplicaremos un criterio hipócrita, selectivo y discriminatorio al elegir, cada cual, con quién se muestra empático. ¿Hasta qué punto la confundimos con su prima la simpatía?
Las personas tenemos una tendencia natural a relacionarnos y comunicarnos con más fluidez con personas afines a nosotros que nos resultan simpáticas. Por ende, nos cuesta más trabajo hacerlo con personas menos afines que no nos provocan tanta simpatía. Pero eso no es empatía, ¿verdad?
El caso es que, sin una buena comunicación, fluida y bidireccional, en la que haya escucha activa y asertividad, es imposible llegar a entender a nadie y mucho menos “ponernos en su pellejo”, como aseguran algunos que incluso lo firman con sangre si hace falta. Esto me genera muchas dudas…
¿Es la empatía realmente algo innato que surge espontáneamente o somos empáticos, consciente y voluntariamente, a nuestro antojo y con quien nos place? Si la empatía es algo innato, que se tiene o no, de tenerla ¿se tiene con todo el mundo?
En ese caso, ¿quién podría tener empatía con un asesino, un terrorista, un pederasta, un violador, o un extorsionador? ¿Quién en su sano juicio podría empatizar con un político, un banquero, o un árbitro de fútbol?
Dime: ¿Qué mente enferma puede empatizar con el cabrón del entrenador personal que te hace pasarlas putas en el gimnasio? ¿Cómo carajo empatizo con el televendedor que me llama siempre cuando estoy comiendo? ¿Y con el dueño del perro que me despierta ladrando en plena madrugada y se caga en mi jardín? ¿Será que no quiero empatizar con ellos porque no me caen bien?
Entonces, ¿la empatía nace del AMOR?
Una persona verdaderamente empática no debería tener prejuicios ni hacer distinciones. Esta cualidad, tal y como nos la presentan sus fans, debería estar asociada con el respeto y nacer del AMOR, que es incondicional.
Cuando se dan los requisitos, muy nobles, como el hecho de no centrarse en uno mismo y focalizar tu atención y energía en los demás, ¿realmente se hace por verdadera empatía o se hace por interés? ¿Se hace por altruismo o por egoísmo? ¿Esta actitud viene del AMOR o del miedo?
Conozco muchos casos de personas presuntamente empáticas, incluso grandes líderes, que con el tiempo demostraron ser solamente unos manipuladores de mucho cuidado. Personas que, en el fondo, temen no conseguir lo que quieren. ¿A cuántos conoces tú así?
Por otro lado, me pregunto si quienes se creen especiales y afirman ser muy empáticos, solo porque son de lágrima fácil y se emocionan con cualquier cosa, ¿no será, tal vez, que simplemente son más susceptibles? Quizá sólo estén atravesando un momento “especialmente moñas”.
Si ni siquiera somos capaces de comprender qué es el AMOR, ¿cómo vamos a comprender cualquier otra cosa que venga de él? Si ni siquiera grandes maestros espirituales, que han predicado el mensaje del AMOR, han podido ponerse en el lugar de otras personas, ¿cómo vamos a hacerlo los simples aprendices, que no llegamos a su altura ni en nuestros mejores sueños?
No podemos mientras sigamos habitando este cuerpo material. No sin desarrollar nuestras capacidades mentales y nuestra percepción, más allá de nuestros limitados sentidos físicos. Pero, sobre todo, no podemos mientras sigamos dejándonos gobernar por el ego que, a su vez, es dominado por el miedo.
La paradoja de la empatía y la interdependencia
Se da la paradoja de que en la sociedad en la que vivimos, en esta era de la globalización y la información, hoy más que nunca somos interdependientes e interactuamos continuamente con los demás, por lo que deberíamos ser empáticos.
Pero, aun siendo parte del TODO y estando todos conectados, no podemos obviar que cada persona es un individuo. Es decir; cada persona es un SER indivisible que sólo puede ocupar un único lugar en el mundo en cada momento y que, por tanto, no puede ocupar ningún otro lugar a la vez. En consecuencia, está garantizado que nadie más pueda ocupar el lugar que a uno le corresponde.
Para quien piense que me lo tomo de un modo demasiado literal o que lo contemplo desde la perspectiva de la dualidad, recordad que vivimos en un mundo físico y dual, nos guste o no. Eso hace referencia también a todo cuanto un ser humano abarca y representa a nivel intelectual y emocional. Al menos en este plano de existencia.
En este nivel de existencia cada persona es un SER único e irrepetible. Para bien o para mal, cada persona tiene sus propias características, identidad, necesidades, percepciones, emociones y sentimientos. En nuestro mundo dual, nadie ha existido, existe, ni existirá jamás, salvo en el mismo momento de su existencia presente y en su singular espacio temporal. Solo existimos aquí y ahora.
¿Cómo podemos, entonces, ser tan arrogantes de afirmar que somos capaces de ponernos en el pellejo de otro, ni literal ni metafóricamente? Eso va en contra de toda ley física y natural y hablar de ello es pura especulación.

Otro falso mito: calzarse los zapatos del otro.
¿Qué pasa con el mito de calzarse los zapatos del otro?
Olvídate de aquello tan romántico, pero surrealista, de «calzarse los zapatos del otro» y “andar su camino” porque se trata de una utopía. Cada «par de zapatos» es personal e intransferible, tiene un solo dueño y a nadie más le puede encajar.
Por otra parte, el camino que cada uno recorre a lo largo de su vida es una ruta especialmente diseñada por y para un sólo usuario. Ese usuario podrá tener coincidentes y acompañantes con quienes compartir la senda en algunos tramos, pero ninguno avanzará ni un sólo paso por él.
Te guste o no, nadie pisará jamás el mismo terreno que tú al mismo tiempo porque ¡A NADIE LE CORRESPONDE HACERLO!
A ver si nos vamos dando cuenta, y nos enteramos de una vez, de que cada uno tiene que recorrer su propio camino. Dejémonos ya de pretender salvar a otros cuando todavía estamos por salvarnos a nosotros mismos.
La buena noticia es que sí existe una forma autentica de empatía, que no tiene nada que ver con todas estas milongas. Esa empatía se puede trabajar de un modo consciente y se puede entrenar para potenciarla.
Las neuronas espejo y la empatía
Para la neurociencia, las capacidades cognitivas que tienen que ver con la vida social, como la empatía, están relacionadas con las llamadas neuronas espejo, que desempeñan una función importante en el desarrollo de estas capacidades.
Estas neuronas se activan cuando un sujeto realiza una acción, al observar esa misma acción ejecutada por otro individuo de su misma especie. Las neuronas espejo del individuo le condicionan y le hacen «imitar» al otro como «reflejando» su acción en un espejo. De ahí su nombre.
El sistema compuesto por estas neuronas, que no deja de ser un cableado mental, se puede desarrollar con el aprendizaje. De hecho, cuanto más tiempo observando e imitando la conducta observada, mayor será la activación de las neuronas espejo y más se identificará el observador con el observado. Este mecanismo es fundamental en nuestro proceso de aprendizaje. Se trata, como en otros muchos casos, de un proceso adaptativo. ¿Y qué sentido tiene?
Los seres humanos somos sociales y sentimos la necesidad de interactuar con nuestros semejantes. No solo para asegurar la supervivencia y perpetuar la especie, sino también para poder realizarnos. Para ello nos relacionamos en grupos a los que llamamos familias, clanes, pueblos, ciudades o naciones (ahora también redes sociales). A esto se llama integración y adaptación al medio social.
Si trasladamos esto al tema de hoy, para desarrollar la empatía y percibir la experiencia subjetiva de otra persona debemos observarla de un modo profundo y sostenido e «imitar» su comportamiento. Así conseguimos “acercarnos” a esa persona con el fin de evocar sus sensaciones.
Pero, no te confundas; no se trata de hacer el canelo como un mimo, o imitar al otro como un mono. Es algo mucho más sutil.

¿Quieres ser empático o parecer un mono?
Cómo potenciar la empatía sin parecer un mono
Si después de todo lo que hemos visto se ha despertado en ti el deseo de potenciar tu empatía y ser más empático con las personas que te rodean, puedes tratar de comprenderlas aproximándote a ellas llevando a cabo algunas de estas acciones:
- Puedes acompañarlas poniéndote A SU LADO. Ni delante ni detrás; ni encima ni debajo. Y, obviamente, no en su lugar. Procura estar ahí cuando te necesiten, dejándoles su espacio y respetando sus tiempos.
- Puedes contagiarte de sus emociones e incluso impregnarte de sus sentimientos, si hay una cierta conexión; pero siempre en tu lugar y con tu visión particular del mundo y de los demás. Por mucho que nos pese, sólo podemos percibir la realidad (nuestra realidad) con nuestros sentidos.
- Puedes mantener la mente abierta y practicar el no juicio; limpiar la mente de ideas prefabricadas y tratar de ver a la otra persona con la inocencia y la sana curiosidad de un niño. Sin juzgar, sin expectativas y sin apegos.
- Algo relacionado con las neuronas espejo, que te puede ayudar a acercarte y conectar con otras personas, es utilizar su mismo lenguaje verbal y no verbal. Pero no exageres para no parecer una burda copia, un mono, o peor aún, un estúpido haciendo burla. Utiliza su código, pero con respeto y sin perder tu propia identidad.
- Es muy importante aprender a escuchar; esto hay que hacerlo SÍ o SÍ. Escuchar no es poner cara de póker mientras piensas en tu próxima frase o en lo que vas a cenar, como haría Homer Simpson. Escuchar es poner toda tu atención sin juzgar y sin pretender ser protagonista. ¿A cuántas personas que se dicen empáticas conoces que no escuchan? Yo conozco a unas cuantas.
«Hablar es una necesidad, escuchar es un arte» (Goethe).
- Puedes utilizar tu mirada como una poderosa herramienta cuando te pongas frente a otra persona. Mírala a los ojos para demostrar que estás con ella y transmitirle interés, confianza y complicidad. Es lo que se llama estar presente. No olvides que la mirada es el espejo del alma, o eso dicen; pero ten cuidado de no intimidar. No trates de imponerte.
- Puedes demostrar buen humor, pero sin hacerte el gracioso; eso es muy patético y resta credibilidad. No hay nada que se note más y cause desconfianza de un modo más rápido que una sonrisa falsa. Además, no todo el mundo tiene ganas de cachondeo siempre.
- Puedes mantenerte firme y seguro de ti mismo; eso genera confianza y ayuda a las personas de tu entorno a abrirse hacia ti. Pero antes, confía tú también en ellas mostrándote abierto.
- Algo muy útil es escuchar a tu intuición y dejarte llevar por ella. La intuición y la empatía hablan el mismo idioma pues conviven en el mismo mundo, que es nuestro mundo interior.
- Es fundamental tratar a las personas con respeto y AMOR. Sí; he dicho AMOR. No he dicho apego, ni condescendencia, ni indulgencia. Si aún no conoces la diferencia tendrás que aprender de que estoy hablando. Otro tema para otro día.
Ten respeto por ti mismo y ámate antes que a nada
Todo lo que hemos visto que podemos hacer para potenciar tu empatía está muy bien, y realmente funciona. Pero solo lo hará si antes sigues este precepto correctamente: Ámate tú antes para poder amar a los demás y empatizar de verdad con otras personas.
Todo lo anterior no sirve de nada si te empeñas en seguir siendo un mártir y solo finges que te importan los demás, cuando lo único que te interesa es inflar tu propio ego y satisfacer alguna de sus necesidades, sacrificándote por vete a saber que causa. Ámate antes a ti mismo y hazlo bien.
Según cuentan, ya lo dijo el maestro Jesús: «Ama a los demás como a ti mismo». Es algo obvio que muchos no entienden y a lo que algunos se empeñan en dar la vuelta. Insisto; amate antes a ti mismo, de verdad y sin prejuicios. ¿Cómo sino puedes respetar y amar a nadie más? ¿Cómo puedes ni siquiera pensar en ser empático, o decir que amas a alguien, sin amarte a ti mismo primero?
En cualquier ámbito, hagas lo que hagas, hazlo con AMOR y en coherencia.
La empatía ya no es lo que era
Resumiendo; no es que no crea en el concepto de empatía, es que la empatía no es lo que mucha gente cree. Es algo diferente que no viene del país de las maravillas.
Me considero un SER en proceso de evolución, o sea que soy imperfecto y tengo muchos defectos. Entre otros, tengo el defecto de no ser empático, según el concepto que la mayoría de la gente tiene de esa cualidad. Sin embargo, considero que aplicando estas técnicas puedo comunicarme con cualquier persona que también esté dispuesta y llegar a entenderla bastante bien. Por supuesto, sin convertirme en un sufridor ni un mártir, o tener la necesidad de reconocimiento ni de colgarme medallas.
Esto es empatizar, desde una perspectiva menos fantasiosa, y estoy seguro de que, para muchos aprendedores inquietos, la empatía ya no va a ser lo que era.
Ahora, como siempre, que cada cual haga de su capa un sayo y con su vida lo que le parezca, sin molestar. Ya sabes que yo no doy consejos ni pretendo convencer de nada a nadie; solo escribo para que quien quiera entender entienda.

Autor
Soy Alberto Corbas, coach no directivo y entusiasta del acondicionamiento físico. Me encantaría que setuelcambio te sirviera de algún modo y acompañarte a alcanzar tus objetivos personales y/o de fitness.
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Comentarios
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La empatía y la tolerancia son unos falsos valores que terminan siendo la excusa de los que en realidad tienen falencias en los grandes valores como (respeto, la responsabilidad y la honestidad). Alguien que respeta al otro no tiene que pedir tolerancia o empatía
Estimado Juan, lo primero que deberíamos aclarar es qué son los valores y para qué sirven desde una perspectiva funcional, aunque eso sería otro tema muy interesante. Lo que conviene puntualizar ahora es que los valores no son absolutos e inmutables. Todo lo contrario, son relativos y variables, es decir, son subjetivos y susceptibles de cambiar a lo largo del tiempo. Por tanto, lo que para una persona o grupo de personas pueden ser grandes valores hoy es posible que mañana ya no lo sean y, en cualquier caso, de ningún modo tienen por qué serlo también para el resto de la humanidad. Cada cual tiene sus propios y singulares valores en función de sus singulares circunstancias y prioridades, así que no se debe generalizar ni mucho menos presuponer cuales son los valores que mueven a los demás y afirmar que quienes no se rijan por los mismos valores que uno tienen falencias, carencias o errores en su escala de valores. Aquí la única realidad es que es posible que la escala de valores de otras personas y la tuya no coincidan, pero todas son respetables.
Por otra parte, afirmas que empatía y tolerancia son falsos valores mientras que el respeto, la responsabilidad y la honestidad son grandes valores, sin embargo, en tu afirmación existe una contradicción porque el respeto está implícito tanto en la empatía como en la tolerancia y ninguna de ellas es posible ni se puede entender sin él. Además, también son necesarias grandes dosis de honestidad y responsabilidad para mostrarse realmente empático y tolerante. Lo que sí es una falta de respeto, una irresponsabilidad y una señal inequívoca de intolerancia es juzgar a los demás por sus valores o tratar de imponer los tuyos. No existen valores falsos ni valores más grandes que otros, todo depende de la percepción de cada persona porque los valores son, en esencia, todo aquello que sea significativo, importante y prioritario para el individuo y no se cuentan o se pregonan porque no son solo una forma de pensar y hablar, los valores se demuestran porque son una forma de actuar.
Por último, para retomar de una vez el tema de esta entrada, quiero aclarar que en mi ensayo no hablo de la empatía como un valor sino como una habilidad específica y objetiva que se puede adquirir, aprender, entrenar y desarrollar y que es sólo una de las habilidades básicas de ese concepto llamado inteligencia interpersonal. Pero, para desarrollar ese tipo de inteligencia que, a su vez, es sólo uno de los ocho tipos diferentes de inteligencias propuestas por el psicólogo estadounidense Howard Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples, ampliamente aceptada a nivel científico y académico, es necesario recibir un mínimo de educación en esa materia. Algunos lo llaman educación emocional.
Gracias por compartir tu opinión, un cordial saludo.